A menudo hablamos de la relación entre la dieta vegetariana y el yoga y nos preguntamos si el hecho de ser o no ser vegetarianos es imprescindible para hacer mejor las asanas. De hecho, no debemos preocuparnos demasiado por cambiar nuestra dieta porque será la misma práctica de yoga la que la cambiará. Es habitual oír comentar cómo a medida que profundizamos en el yoga notamos la necesidad de reducir el consumo de carne y de modificar otros aspectos de lo que comemos. El cambio en nuestra relación con la comida evoluciona y crece en paralelo al camino que hacemos en el yoga.
“Si controlas lo que entra y sale de tus labios, controlas tu mente. Sin una alimentación correcta la mente no estará nunca en silencio”
Sri Dharma Mittra
Sri Dharma Mittra
A través de una práctica más o menos constante y sobre todo consciente, nuestro cuerpo y nuestra mente nos pedirán un cambio de actitud para que seamos cada vez más respetuosos no sólo con los demás seres sensibles sino también con nuestro cuerpo.
Dejando aparte las teorías sobre el origen vegetariano de la especie humana y la conveniencia de una dieta básicamente vegetal como recomienda hoy en día incluso la medicina alopática, el vegetarianismo es una opción que se puede adoptar por motivos muy diversos: éticos, ambientales, de salud, religiosos, políticos, culturales, estéticos, económicos e incluso de sabor, hay personas que sencillamente no disfrutan con el consumo de carne.
Existen diferentes tipos de dietas vegetarianas que varían en función de los alimentos animales o cocinados que incluyen:
- Ovolactovegetariana: incluye huevos y productos lácteos.
- Lactovegetariana: incluye los productos lácteos pero no los huevos.
- Ovovegetariana: incluye los huevos pero no los productos lácteos.
- Vegana: excluye todos los productos de origen animal hasta los productos lácteos, los huevos y la miel.
- Crudívoros: sólo alimentos de origen vegetal crudos (sin cocción o con cocción a temperaturas muy bajas).
La importancia de la dieta, se ha tenido en cuenta desde muy antiguo. Decía Hipócrates: “haz que el alimento sea la medicina y la medicina tu alimento”, glosando así un concepto que fácilmente podemos encontrar en los textos ayurvédicos.
Los textos clásicos del yoga, como el Bhagavad Gita o los Yoga Sutras, no especifican de forma implícita una dieta yóguica a seguir pero sí dicen que hay alimentos que favorecen una mente más tranquila y un cuerpo más nutrido y recomiendan la moderación en la comida “Incluso el néctar comido en exceso se convierte en un veneno” dice Krishna a Arjuna (BG).
Para muchos yoguis, una “dieta yóguica” debe basarse en las enseñanzas del yoga que empiezan por el primer Yama, Ahimsa origen de la compasión.
“Ahimsa es la base de la práctica, sin la observación de los Yama y Niyamas no hay Yoga, a través de su absoluta observación, se desarrolla la compasión, de esta virtud depende el resto de la práctica. ¿Cómo desarrollamos la compasión? Tratando bien a los demás incluyendo cualquier ser sensible ”
Sri Dharma Mittra
Practicantes comprometidos con
Ahimsa dejan de comer carne, no sólo por su alto contenido en hormonas, antibióticos, toxinas, etc ... y por los efectos nocivos derivados de la ingesta de “alimentos muertos”, sino también por las condiciones de vida y el trato que se dispensa a los animales durante el proceso productivo de la carne, totalmente contrarios al principio de la compasión, y optan por comer alimentos más ligeros y cargados de energía.
Desde un punto de vista ético, lo hacen por el respeto hacia cualquier forma de vida, consideradas todas como una manifestación de lo divino sobre la tierra, pero también, desde un punto de vista más sutil y energético, porque la ingesta de carne favorece el rencor, la ira y la pasión al incorporar en el cuerpo el sufrimiento del animal en el momento de la muerte. Últimamente la ciencia occidental ha corroborado este punto de vista constatando como en función del tipo de muerte que sufre el animal su carne contiene niveles más elevados de adrenalina que será consumida e incorporada al flujo vital de quien la coma.
Además de
Ahimsa, también hay que tener en cuenta el quinto yama:
Aparigraha, no acaparar cosas que no necesitamos, que se puede equiparar a la falta de ambición.
“El yogui/yoguini debe comer moderadamente, si no a pesar de que adquiera claridad no podrá alcanzar el éxito.”
Shiva Samhita (texto ayurvédico)
Lo que comemos tiene una raíz cultural profunda difícil de dejar a un lado - todos hemos aprendido unos hábitos alimentarios que forman parte de nuestra forma intrínseca de ser -, y además está muy condicionado por lo que la industria alimentaria actual pone a nuestro alcance. Cultura e innovación se mezclan y nos hacen poner en nuestra mesa alimentos que no son quizás los más saludables y nos cuesta darnos cuenta de ello. El Yoga, poco a poco, nos ayuda a ser más conscientes y a poder romper con aquellas tradiciones y determinaciones externas contrarias a nuestra salud y también a sus principios.
Patanjali dice que “el apego (
Aparigraha) es la raíz de la inquietud humana”. A menudo tenemos un gran apego a nuestra cultura culinaria, a los sabores familiares, por ejemplo.
El yogui hace que su vida sea sencilla, consciente, procura no comer más de lo que necesita, elige lo que es mejor para su salud y no utiliza la comida para llenar vacíos emocionales. El yogui se instala también en el niyama
Santosha, el contento, mantiene el cuerpo sano porque recibe todos los nutrientes que necesita para sus procesos, tiene una mente serena que disfruta con la diversidad de colores, texturas y matices que le ofrece la naturaleza y también a un nivel más sutil da y recibe el amor puesto en la elaboración de los platos.
A un nivel fisiológico, la medicina ayurvédica considera que comer en exceso crea
“ama” - toxina -, el resto de las digestiones incompletas que se forma en el intestino y que pasa a otros sistemas del cuerpo. En este sentido, estudios de neurobiología han demostrado que efectivamente este proceso de digestiones incompletas por exceso de alimentos afecta la salud del sistema neurológico por la presencia y generación de ciertas toxinas y radicales libres.
Por este motivo, recomienda que después de comer el estómago contenga un 50% de alimentos sólidos, un 25% de líquido y un 25% de aire, imprescindible para la combustión, que es lo que es la digestión. ¿Cómo podemos saber si cumplimos estas recomendaciones? Para ello tendremos que desarrollar la “conciencia de la digestión”, tendremos que escuchar el cuerpo, observar, sentir, buscar el hilo del autoestudio para aprender verdaderamente a escuchar lo que nuestro cuerpo necesita.
“Tras examinar tus alimentos utiliza sólo los saludables, ya que la formación de uno mismo depende de lo que comemos.”
No existe una dieta ideal igual para todos ni un nutriente que haga milagros por igual en todos. Con la ayuda y consejo de los nutricionistas holísticos podremos aprender a ser nuestros propios dietistas mediante un proceso de prueba y ensayo con nuestro cuerpo. Aprendiendo a escucharlo, observando los cambios que tienen lugar cuando cambiamos la dieta podremos descubrir cuando es óptima para nuestro sistema fisiológico.
Un cambio profundo en la dieta, puede modificar todo nuestro sistema biológico hasta las capas más sutiles del cuerpo. Cada uno de nosotros necesita una dieta y unos nutrientes específicos y de ahí la importancia de ser sensibles al misterioso y maravilloso flujo de la propia psicología y de nuestro estado de salud.
Los ayurvédica aconsejan, con su sistema de tridoshas (vata, pitta, khapa), los tres principios energéticos, una dieta personalizada y adaptada a la fisiología y al medio ambiente de cada uno de nosotros. Últimamente la moderna medicina alopática preconiza también la necesidad de personalizar los tratamientos alimenticios basados en estudios genéticos para hacerlos más efectivos en atención a la genética y fisiología de cada persona.
Con la ayuda del ayurveda que nos propone una visión holística de la dieta, entenderemos mejor cómo vivir de manera equilibrada y cómo hacer que lo que comemos se adecue a nuestras necesidades reales, siga el flujo energético de las estaciones, del momento del día, de nuestro estado vital y se ajuste a nuestro estilo de vida.
Mediante una práctica constante de yoga comeremos gradualmente de forma más sana y consciente y quizás a la larga elegiremos una dieta vegetariana que nos hará sentir más ligeros, con más energía y alegría y que nos ayudará a entender el estrecho vínculo entre los nuevos hábitos, el estado anímico y la condición física.
Necesitaremos por último añadir también una pizca de tapas! el niyama que significa determinación y esfuerzo para mantenernos constantes ante la probable presión o incomprensión social; para compartir nuestra manera de entender la alimentación, socializándola poco a poco, sin hacer proselitismo pero sí dándola a conocer, sin cerrarnos demasiado.
Si preparamos platos ricos en nutrientes y buenísimos veremos como todo el mundo los quiere probar y esta será la semilla de un futuro cambio de conciencia.