Durante años, cuando abría la puerta de casa me recibía una figura misteriosa, pintada sobre un fondo de montañas en el thangka que Víctor trajo tiempo atrás de Leh, en Ladakh, el pequeño Tíbet al norte de la India. Ennegrecido por el paso del tiempo y por el humo de las velas de algún monasterio que lo acogió en el pasado, su presencia llenaba la pequeña estancia y de alguna manera me intimidava. ¿Qué significaba aquella curiosa combinación de dibujos geométricos, florales y pequeños animales bien dispuestos a lo largo de su cuerpo?
¿Porqué, si venía de tan lejos, los bueyes alados, los peces y las tortugas se parecían tanto a los de las pinturas románicas de las pequeñas ermitas de nuestras montañas?
Sus manos insinuaban una danza delicada pero a mí más bien me asustaban y me recordaban que existe un lado del mundo que realmente desconozco. Me hacía sentir curiosa e ignorante, atrapada en la falta de tiempo de una jornada laboral demasiado llena para buscar el momento de conocerlo mejor. De alguna manera, cada noche, le saludaba en silencio y entraba.
Era quizás un atardecer del año 2004, justo cuando el proyecto de edición de una gran enciclopedia que me había ocupado los cuatro últimos años acababa de concluir y hacía poco que había empezado otro de dimensiones nada despreciables. Como de costumbre, fui al gimnasio donde solía hacer todo tipo de sesiones aeróbicas y de mantenimiento pero ese día el centro nos había traído el yoga. Sin pensármelo, me descalcé para practicar.
Encontré la sala a media luz, el sonido del Kirtan, la mirada profunda del profesor, su sonrisa suave y las palabras dichas desde una calma vivida que nos invitaban sencillamente respirar. Poco a poco empezamos a dibujar con el cuerpo unos movimientos suaves que él nombraba de forma extraña y que hasta más tarde no supe que eran palabras en sánscrito. Enlazábamos posturas formando una especie de danza lenta que de pronto quedaba suspendida, inmóvil en una de esas figuras llenas de misterio y observábamos cada sensación.
Desde aquel primer día sentí como mi cuerpo iba abrazando el movimiento y la quietud quizá con extrañeza, quizá con dificultad, pero siempre desde una comodidad sorprendente. Haciendo caso de sus palabras, intentaba seguir con el pensamiento los detalles de las posturas, observaba el fluir de la respiración de una manera nueva mientras seguía aquella secuencia mágica que a pesar del esfuerzo me llevaba hacia el descanso y me hacía ser consciente de lo muy cansada que estaba. Durante los primeros intentos de encontrar el relax profundo, los músculos de la cara siguieron bailando incontrolables, no los podía parar de ninguna manera. Tardé varios días en sentir que se rendían y podían abrazar también el descanso. Poco a poco mi rostro, todo mi cuerpo, fue encontrando el camino de la inmovilidad restauradora.
Las primeras prácticas fueron un descubrimiento revelador y un reencuentro con viejos resortes de mí misma.
Aquel juego de posturas encadenadas me recordaba la gimnasia que soñaba siempre de pequeña. La invitación a entrar en la postura del puente, a hacer el 'espagat' o a ponerme boca abajo me hizo revivir la diversión de los saltos y las verticales del pasado. Siempre había querido hacer gimnasia, durante mucho tiempo jugué a intentarlo pero nunca tuve la oportunidad de aprender tanto como me hubiera gustado. De mayor fui dejando que ese deseo quedara medio dormido y cuando llegó el momento de elegir qué estudiar, la filosofía tuvo más peso que la gimnasia. El aspecto más físico del yoga fue un 'puente' directo a la infancia y no podía imaginar durante las primeras prácticas que establecería también un vínculo íntimo con la estudiante de psicología y filosofía.
En cada sesión, Jordi, nuestro profesor, introducía nuevas palabras en sánscrito, antiguas y evocadoras. Un día mencionaba los nadis y nos explicaba que eran una red compleja de canales por donde circula la energía, hablaba del fluir de esta energía llamada prana y de la misteriosa kundalini que la representa, otro día quizás nos explicaba que la energía se acumula en los chakras y los relacionaba con el sistema endocrino, con sonidos y colores, o nos contaba historias fabulosas de la mitología hindú. De vez en cuando hablaba de un sabio llamado Patanjali que nos legó un compendio de aforismos síntesis del yoga clásico.
Todo este trasfondo antiguo, filosófico y espiritual que evocaban sus palabras me cautivó tan rápido como el efecto de la práctica física y me llevó directamente de la esterilla a los libros para adentrarme en el estudio de la historia y la filosofía del yoga. Empecé a indagar por qué se le situaba tan atrás, 5000 años! me adentré en los Vedas, los textos más antiguos, de la mano de Raimon Panikkar, empecé la lectura de los Yoga Sutras de aquel sabio llamado Patanjali, e incluso recuperé un antiguo libro de psicología Personalidad Creadora que mi padre solía leer en los años 60-70 y donde Antonio Blay ya exponía los beneficios del Hatha yoga. Afortunadamente, en 2005 apareció el diccionario Sánscrito-Catalán que ha hecho de perfecto enlace entre mi lengua y la llegada de la India y me ha abierto la puerta de esta cultura milenaria.
Yoga me ha devuelto el placer de estudiar, me ha hecho recuperar el gusto por el recogimiento en el estudio que paradójicamente había perdido por un exceso de tiempo dedicado a la edición de libros. Me ha permitido encontrarme a mí misma escribiendo en medio de un despliegue de textos y de hojas aparentemente dispersas, tal como solía hacer muchos años atrás, en un intento de sistematizar lo que aprendía. Ha sustituido la sensación de tener la ”mente cansada“ cotidiana durante mucho tiempo, por la de tenerla bien despierta con ganas de leer y de profundizar más y más en esta filosofía que nos lleva hasta la antigua civilización del Valle del Indo e incluso más allá perdida en el tiempo, y que desgraciadamente había quedado fuera de mis estudios durante los años de universidad. Si nunca pensé en investigar más atrás, no lo recuerdo, si pensé en hacer una mirada hacia el Oriente, no lo hice, y seguí cuidadosamente los estudios reglados de filosofía desde la Grecia de la escuela de Mileto hasta Wittgenstein y Foucault.
Durante más de quince años, estuve al frente de diferentes proyectos editoriales pero siempre con la sensación de no estar exactamente en mi lugar, consciente de que sin el trabajo de un equipo excepcional de redactores y de ilustradores, capaces de hacer el salto vertiginoso del conocimiento en la página en un tiempo récord y que afortunadamente me acompañó a lo largo de los años y en diferentes empresas, mi trabajo no habría sido posible.
Yoga me ha traído la certeza de estar en mi sitio. Practicando en la soledad del comedor de casa o compartiendo la práctica en grupo, me ha hecho sentir la calma íntima de estar donde tengo que estar, como si la sucesión de todos los días vividos me hubiese conducido como un vinyasa hasta el yoga. Momentos muy diferentes y alejados de mi vida han convergido y se han mostrado intensamente presentes hasta hacerme sentir una plenitud que no sé describir, quizá comparable a la llegada a la cima de una montaña, cuando independientemente del esfuerzo hecho en la subida nos encontramos ante un inmenso paisaje y sólo podemos contemplar en silencio el mundo y el silencio interior.
Yoga es vivencia sobrecogedora. He leído en los libros que yoga trae el desapego, pero a la vez, o incluso antes de haberlo leído, he sentido disminuir la fuerza de muchas necesidades un tanto superfluas en mi día a día, he dejado de tener necesidades imperiosas, he empezado a querer menos, a aceptar mucho más, a sentirme feliz.
Svadhyaya, uno de los fundamentos del yoga, es una invitación al autoestudio y también al estudio de las escrituras, los textos antiguos. Si como a mí te gusta estudiar en los libros, encontrarás en el yoga un inmenso campo por recorrer, pero si esto te sobrepasa, simplemente practica y escucha, te sorprenderás de ver como todo lo que debes saber para estar bien, para ser feliz, ya está en ti. El yoga te dará el tiempo para darte cuenta.
Una de las primeras sensaciones que se tienen al empezar a practicar yoga es la tranquilidad. Puede que, incluso que desde la primera vez que lo pruebes, empieces con la mente muy dispersa y al terminar te sientas más capaz de concentrarte y puedas saborear la paz. Poco a poco la tranquilidad va ganando terreno a la inquietud y las pequeñas violencias del día a día van perdiendo sentido. Es así como ahimsa, el primer Yama o principio, que quiere decir literalmente 'no violencia' se hace presente e inteligible, puedes observar, puedes darte cuenta de como se acerca la intraquilidad y dejarla a un lado. Como ahimsa, los demás principios y conceptos que enseña el yoga tienen el poder de convertirse también en inteligibles.
Poco a poco, las sensaciones del yoga fueron saliendo de la esterilla, me sorprendían en medio del día esperando el autobús o en casa con Lluc, entonces un pequeño yogui de tres años. Era capaz de levantar la mirada en medio de la calle y ver la luz del cielo iluminar los edificios de Barcelona, a menudo olvidados cuando nos movemos deprisa con los ojos clavados en el asfalto. Me sentía tranquila cada noche al llegar a casa a pesar del cansancio. Entre mí y el malestar había crecido un espacio de paz, la intranquilidad dejó de invadirme en cualquier momento, la veía acercarse y tenía tiempo de detenerla.
La práctica completa pero sobre todo el hecho de abrir el corazón, la acción realmente física de abrir bien el pecho en las posturas, hizo crecer la sensación de amar y despertó más y más el recuerdo y la presencia de las personas intrínsecamente buenas que he conocido. Los malentendidos domésticos se fueron fundiendo, algo profundo se había modificado en mí y estaba modificando todo a mi alrededor.
El estudio autodidacta de la historia y la filosofía del yoga puede ser muy estimulante y quizás también perdedor, por eso sentí que necesitaba un poco de guía y asistí a unas pequeñas formaciones de profesores que fueron un auténtico regalo! Eran unas sesiones cortas y muy inspiradoras. El profesor no exponía los temas de forma académica y ordenada, lanzaba en el aire pinceladas que eran como rayos de luz sobre los diferentes conceptos y técnicas que había que aprender, nos daba las claves para saber encontrar las puertas y poder abrirlas. Desde entonces, poco a poco, esa luz va entrando cada vez más.
Poco después, Sri Dharma Mittra vino a Barcelona. Un hombre bueno de presencia y mirada íntimamente amorosa cuyas enseñanzas me cautivaron intensamente. En una de las sesiones nos pidió hacer un círculo entre todos para ofrecer una postura en el centro. La primera vez que lo sugirió me ganó la timidez y no fui capaz de salir, pero más tarde, casi de forma involuntaria, me levanté para hacer Hanumanasana en medio del círculo, la postura que evocaba el espagat de mi infancia.
Vinieron muchos otros, profesores de renombre internacional que nos hacían vivir el yoga de una forma muy especial, pero cuando empezaba a sentir ganas de compartir el yoga con todo el mundo, quizá incluso de empezar a enseñar a pesar que no me atrevía ni a decírmelo a mí misma, fue Twee Merrigan, profesora de Flow yoga llegada como Sri Dharma Mittra de Nueva York, que durante una formación me animó a pensar que quizás lo podía hacer. Me preguntó si tenía ganas de enseñar y ante mi respuesta dudosa, dijo 'no te puedes guardar esa felicidad para ti misma'. Más adelante, en una segunda visita las palabras de Sri Dharma Mittra 'enseñar yoga', tal y como está el mundo 'enseñar yoga' me acabaron de animar y di la primera clase ... y después otra ... y hasta hoy.
La práctica física casa bien con mi cuerpo y eso me ha permitido avanzar en las posturas. La fuerza y la flexibilidad naturales que he tenido siempre me lo han facilitado mucho, me han permitido construir posturas cómodas y estables casi desde los primeros días y con la constancia he podido alcanzar otras más difíciles y hay algunas que probablemente no haré nunca y eso ha dejado de preocuparme. Finalmente la práctica me ayuda sencillamente a sentarme y meditar en calma, lo que años atrás hubiera resultado del todo imposible, y me acerca un poquito más la vivencia de la unión entre el cuerpo, la mente y el ser que es la definición misma del término 'yoga', me acerca al descanso que llega cuando se es y se ama.
Avanzar en la práctica, conseguir posturas que cuando las veía hacer a los profesores me parecían imposibles, llenarme hasta el fondo del alma de serenidad y de tranquilidad, me ha dado una seguridad insospechada. Me ha hecho sentir capaz incluso de cambiar el rumbo de mi vida. Hace cinco años encontré en la práctica misma la fuerza para empezar a reducir el trabajo de editora que me tenía agotada. Ha sido un cambio de enfoque vital y personal total que me ha llevado a dedicar mi vida al yoga.
Ahora, cuando entro en casa y encuentro el thangka, recuerdo el momento en que sorprendida y emocionada entendí que aquellos dibujos bien alineados eran los siete chacras y, en el centro, la preciosa serpiente Kundalini, enroscada tres veces sobre sí misma cerrando Sushumna nadi. La flor de loto que lo corona me invita a seguir avanzando, a seguir practicando para tratar de descubrir qué quieren decir todavía algunas de las figuras que no he llegado a entender. Él ha traído hasta casa el vínculo con una cultura milenaria y antigua que perdida en el tiempo es una rama del mismo árbol que la nuestra. Los libros me han ayudado a comprender el thangka, la práctica misma me ayuda a entender los conceptos que guardan los libros, esta es la doble dirección del conocimiento, leído y vivido, aprendido y sentido, enriquecedor y emocionante, una invitación a seguir aprendiendo y practicando. Hoy, sus manos delicadas me invitan a descubrir el vinyasa.
He pasado estos últimos años practicando en casa mientras Víctor leía aparentemente abstraído en el sofá, y Lluc jugaba aún más ensimismado entre sus muñecos. Hace tres veranos Víctor empezó a practicar conmigo prescindiendo de la falta de una rodilla que hace años dejó en un accidente en el Pumory, delante de su amado Sagarmantha (Everest). Yoga, probablemente, le ha traído el placer y el silencio interior de la meditación tan parecida a la paz que ofrece la montaña y este año hemos hecho juntos un curso de profesores con Sri Dharma Mittra y Andrei Ram.
Jordi me trajo el yoga así como Víctor trajo el thangka de Ladakh y Andrei el ejemplo de una vida plenamente instalada en el yoga, como un regalo precioso. Un regalo que yo quisiera hacer cada día a los que vienen a compartir su práctica conmigo.
Enseño yoga consciente de que el camino es largo y de que apenas empiezo el viaje de no retorno, porque, como dice Sri Dharma Mittra: 'El corazón es el lugar donde los yoguis van y nunca vuelven ....'. En esta pequeña parte del trayecto ya siento que he recibido mucho, enseñar es la manera de dar a los demás, que ahora saben menos, todo esto que he aprendido y así, quizás, ayudarles a emprender también su camino. Aquella primera clase que me atreví a dar animada por las palabras de Sri Dharma Mittra me hizo sobrecogedoramente consciente también del mensaje que guardaban las palabras de Twee Merrigan: 'enseñar yoga es un acto de donación total, probablemente la mejor manera de poder compartir la inmensa felicidad interior que despierta el yoga'. Enseñar es convertirse en vehículo del yoga para hacer que llegue hasta el corazón de los demás y conseguir que también ellos puedan decir sencillamente que están bien, que son felices y que aman.
Mariona, acabo de llegir el teu Blog. Tot el que expliques (algo ja en sabía)aporta el que ens trasmets a les teves classes, pau, tranquilitat i un gran positivisme devant aquesta vida tan embolicada que ens envolta. Moltes grácies
Mariona, m´ha agradat molt llegir el teu escrit . Més desenvolupat, m´ha recordat el que em vas explicar un dia en el cotxe anant de Diagonal a Gràcia´. Aquella descripció de com havies arribat al ioga i com havia canviat la teva vida, em va quedar gravat en la memòria. De fet, gràcies a aquest record, all gener vaig contactar amb tu de nou i m´he apuntat al curs de professor, ENCANTADA de retrobar sensacions que feia més d´un any (per raons mèdiques) no sentia i, ara veig que necessitava i que, amb els meus petitons m´ajudarà molt. Amb això només vull donar-te les gràcies pel que aportes, no només a les classes, sino només xerrant o mirant-te. Realment transmets aquesta felicitat i necessitat de compartir-ho des de la humiltat que t´ha donat la pràctica i estudi del ioga
om shanti shanti shanti
Felicitats! Ho has aconseguit! Mentre llegeixo aquest impressioant relat, estic escoltant la música Zen del "Buddha Zen Music Master" . i, et puc asssegurar, que he quedat "touchée" amb aquest text teu, d' El Lluc, d'El Víctor i dels teus mestres). I, que la lectura del teu text ha arribat fins el meu cor. I, que també pugui dir, senzillament, que estic bé, que sóc feliç i que estimo.
De fet, podem dir que el Victor ha assolit el Pumori. la germana soltera de l'Everest. Om shaanti shaanti shaant!i Ara, esteu molt més a prop de l'Everest. Ànim, ja el teniu be a prop!
M encanta!
Escribo en castellano porque es la lengua que aprendí en la escuela, a pesar de hablar catalán; no me gusta hacer faltas de ortografía. Pero vamos a lo importante: Hace meses que has hecho este escrito y es hoy, porque hace poco me comentaron sobre tu blog, que lo he leído; Sencillamente he llorado, sentir la delicadeza con la que transmites, la humildad que está dotada de bondad; siento que me queda mucho.mucho camino por recorrer, pero ahí estoy, en el camino, gracias a personas como tú. Om Shanti.
No fa ni un any que he començat la pràctica del ioga. M'agrada i m'ompla. Ara bé, no ha sigut fins que he estat a les teves classes, que he comprès de veritat. Ets un 10. Ja t'ho vaig dir, pero la veritat, es que aconsegueixes arrivar a les persones. Mai t'estaré prou agreit d'haver-me descobert el verdader significat del ioga. Fins a la pròxima classe Mariona.
Hola Mariona.Acabo de llegir-ho.Es una història meravellosa. M'agradaria dir moltes coses que porto a dins, però potser serà en un altre moment .Agraeixo el fet que tot això hagi passat i que la vida m'hagi conduit al ioga ,primer a través de l'Alvise , i gràcies a ell cap a tu.que ets com un àngel, però en persona. No tinc paraules per expressar la magnitut del que sento al meu cor quan practico a yogaia amb vosaltres. Encara no tinc un "mestre". Bé, fa uns mesos l'Alvise em va dir que trovaria un "mestre" arribat el moment,si volia dedicar la meva vida al ioga.També em va dir que ell no podia ésser el meu mestreem vaig fer un tip de plorar. si no tenia mestre estava perduda!! I no només això, resultava que Ell no volia ser el meu mestre!!.encara no entenia res de res.bé de fet encara no entenc gaire, i no sé pas si arribaré a entendre molt més algun dia, per qué tot plegat és bastant difícil. Però no deixaré d'intentar-ho.Ho prometo. El que sí sé és que sóc d'allò més afortunada doncs no en tinc "UN", sino "TRES" increibles professors de ioga, que per mi, en aquests moments son els meus mestres, la meva font d'inspiració i saviesa, els meus amics , i encara més , em fan sentir que formo part de la família yogaia, i que soc estimada com un membre més. I això és molt important per mi, doncs no soc una persona que faci amics fàcilment, més aviat tinc tendència a aillar-me del món i viure en el meu propi, sola.Doncs sempre he estat un bitxo raro per la major part de la gent,i he trobat poca gent que m'entengui en el meu camí. A l'octubre del 2012 vaig fer un curset d'un diumenge al yogaone amb el Jordi (aconsallada per l'Alvise) , i al final també es va fer una rodona i els participants havíem d'oferir una o unes asanesi jo també vaig ser massa tímida i no em vaig moure d'allà on estava assegudaal costat d'Alvise. De fet , només feia quatre mesos que practicava i em sentia que no feia res suficientment bé per poder oferiri és que tots ho feien molt bé!!.després quan ja marxàvem l'Alvise em va dir que hauria d'haver-ho fet. Amb el Kirtan em va explotar el cor, i no podia parar de plorar.i tenia tantes emocions brollantque potser va ser això també el que em va aturar. La reganyina de l'Alvise em va retornar al món real.i vaig pensar ." hauria fet Els Guerrers,tots el que conec, ben segur que sí". Uns dies després va haver al yogaone una classe teva amb el Ravi, va ser una dels dimecres al vespre.no ho oblidaré mai a la meva vida, vaig sentir com el meu cos i la meva ànima conectaven amb "allò" superior (per mi és Deu, o l'energia creadora), i va ser la mateixa sensació que vaig sentir un dia a l'escola de dansa de la meva infància quan tenia 10 anys, fent un classe a la barra.I el món va desaparèixer, i en aquell precís moment vaig saber que era allò , justament, el que em feia feliÇ. T'estimo molt, i estic encantada d'aprendre cada dia més amb tu.Gràcies per tot.