Hoy vamos a jugar a un juego muy divertido: se llama Yoga, vamos a empezar la clase explicando la fábula de Esopo de el “León y el ratón”. Sentaros sobre los talones, con la espalda bien recta, las manos apoyadas en las rodillas y los ojos cerrados; cada vez que yo hable del león vosotros tenéis que inspirar por la nariz y espirando por la boca sacar la lengua, abrir bien los ojos y los dedos de las manos. Además vamos a hacer un rugido bien grande, desde la garganta hacia fuera, tal como hace el león cuando ruge… este puede ser el comienzo de una clase de yoga para niños.
Después, nos estiraremos un poquito, nos daremos un masaje para ser conscientes de cada una de las partes del cuerpo, jugaremos, haremos representaciones, bailaremos, haremos equilibrios, dibujaremos,… y para finalizar una bonita visualización para relajarnos.
¿Cómo salen los niños después de una sesión de yoga? Como nuevos, felices, cariñosos, sonrientes y la mejor recompensa es que no faltan ni un solo día. A veces llegan a clase cansados, otras más activos, otras con ganas de protagonismo y lo bueno es dejar que la clase fluya según la energía que tengamos, sin imponer, tranquilamente, jugando y pasándonoslo muy bien.
A partir de los 8 años, podemos introducir secuencias más fluidas, de varias asanas seguidas sin necesidad de argumentos extras o juegos, podemos ir más “al grano“ ellos mismos van descubriendo los placeres y “efectos secundarios” que les da el yoga, les crece la autoestima y su capacidad de superación es enorme, van mejorando día a día en flexibilidad, en posición corporal, en concentración y sobretodo en aprender a relajarse.
En sentido práctico veremos como esto ayuda a los niños a enfrentarse con tranquilidad a los exámenes, a su crecimiento, al estrés diario al que están sometidos, a aumentar la concentración, a ser mejor personas, más respetuosos y así tener un mejor control sobre su vida. Un niño no entiende lo de “trabaja hoy para el mañana”, ellos vienen a pasárselo bien, a aprender mucho y aprender les divierte.
Tengo tres hijas y doy las clases para ellas, para que puedan sentir esa distancia entre el mundo que les rodea y ellas mismas, para divertirnos, para que sean responsables de sus actos, para reírnos, para que encuentren sus virtudes y sus limitaciones, para bailar juntas… porque como cualquier madre quiero lo mejor para ellas y para todos mis pequeños yoguis y yoguinis: ellos son los que me enseñan a sacarme el traje de persona adulta y a dejarlo junto a los zapatos, en la entrada de la clase.
Gracias a todos ellos, gracias al yoga y gracias a todos vosotros.
oh! qué bien escrito y explicado, si las clases las haces tan bien las tendras a tope de yoguis. un beso
Precioso natalia, muchas felicidades.
Precioso Natalia. Y muy interesante. Dan ganas de apuntar a las niñas hoy mismo. Beso, Natalia
he tenido que reeleer la fábula del ratón y el león, no se si es falta de memoria o que ya nos comemos todos los ratones, o quizás ya no hay León que nos deje escapar. Es igual, demuestras en tu artículo pasión por el yoga, en banyoles ya lo dejaste claro. Un abrazo.
FELICIDADES NATALIA! me ha encantado el escrito y me encanta practicar Yoga con o sin niñas!!! yo también lo "descubri" gracias a las peques, es el mejor "regalo" que les puedes transmitir a tus hij@s.